De los más de 100.000 compuestos sintéticos que se manejan en la industria y el comercio, cuya cifra crece en más de 1.000 nuevos cada año (Kirkwood), un buen número de ellos presentan efectos secundarios, por lo que se les debe someter a test y pruebas que permitan regular su uso. A veces nos encontramos con que varias de esas sustancias pueden estar presentes, intencionada o accidentalmente, provocando efectos dañinos muy por encima de la suma de sus respectivos efectos individuales.
En cada caso se han de valorar las características que permitan evaluar el riesgo que supone el uso de dichas sustancias, para lo cual se han de tener en cuenta los siguientes factores:
Estabilidad química de dichas sustancias ante los procesos de biodegradación, concluyendo que si no son degradados por medios biológicos, hablaremos de que tienen una alta persistencia en el medio, tal y como ocurre con un buen número de compuestos organoclorados (PCBs, DDT, lindano, ...), debido, fundamentalmente, al hecho de poseer una elevada estabilidad química, por lo que los seres vivos son incapaces de metabolizarlos.
En otros casos las sustancias podrían ser degradadas si se dieran las condiciones adecuadas. Así ocurre con la contaminación por hidrocarburos en los vertidos de petróleo, ya que las fracciones pesadas son altamente persistentes, fundamentalmente por su baja solubilidad en el agua, lo que limita la posibilidad de que los microorganismos puedan utilizarlas como sustrato y consecuentemente puedan degradarlas. Ello se facilita mediante la incorporación del Nitrógeno y Fósforo necesarios para que se den las proporciones adecuadas de nutrientes (la relación ideal C:N:P es, aproximadamente, de 100:10:1). Si la contaminación por petróleo alcanza el suelo, puede ser necesaria además una cantidad extra de oxígeno, así como sustancias tensioactivas, para llevar a cabo el proceso de biodegradación.
El siguiente factor a tener en cuenta ante un posible contaminante es la bioacumulación , ya que cuando este tipo de sustancias penetran en los seres vivos no son metabolizadas, observándose un efecto multiplicador en la concentración de contaminante (entre 3 y 10 veces el valor de referencia al subir un eslabón en la cadena trófica). Un caso especialmente trágico fue el ocurrido en la bahía de Minamata (Japón) durante los años cincuenta, manifestándose el problema en 1953 a través del envenenamiento masivo de la población por consumo de pescado y marisco contaminado con el mercurio procedente de los vertidos realizados por una fábrica próxima. Murieron decenas de personas y varios cientos enfermaron gravemente.
Por último, la cuantificación de la toxicidad se puede realizar indicando la concentración a partir de la cual se observa un determinado efecto en una cierta proporción de la población expuesta al ensayo.
En cada caso se han de valorar las características que permitan evaluar el riesgo que supone el uso de dichas sustancias, para lo cual se han de tener en cuenta los siguientes factores:
Estabilidad química de dichas sustancias ante los procesos de biodegradación, concluyendo que si no son degradados por medios biológicos, hablaremos de que tienen una alta persistencia en el medio, tal y como ocurre con un buen número de compuestos organoclorados (PCBs, DDT, lindano, ...), debido, fundamentalmente, al hecho de poseer una elevada estabilidad química, por lo que los seres vivos son incapaces de metabolizarlos.
En otros casos las sustancias podrían ser degradadas si se dieran las condiciones adecuadas. Así ocurre con la contaminación por hidrocarburos en los vertidos de petróleo, ya que las fracciones pesadas son altamente persistentes, fundamentalmente por su baja solubilidad en el agua, lo que limita la posibilidad de que los microorganismos puedan utilizarlas como sustrato y consecuentemente puedan degradarlas. Ello se facilita mediante la incorporación del Nitrógeno y Fósforo necesarios para que se den las proporciones adecuadas de nutrientes (la relación ideal C:N:P es, aproximadamente, de 100:10:1). Si la contaminación por petróleo alcanza el suelo, puede ser necesaria además una cantidad extra de oxígeno, así como sustancias tensioactivas, para llevar a cabo el proceso de biodegradación.
El siguiente factor a tener en cuenta ante un posible contaminante es la bioacumulación , ya que cuando este tipo de sustancias penetran en los seres vivos no son metabolizadas, observándose un efecto multiplicador en la concentración de contaminante (entre 3 y 10 veces el valor de referencia al subir un eslabón en la cadena trófica). Un caso especialmente trágico fue el ocurrido en la bahía de Minamata (Japón) durante los años cincuenta, manifestándose el problema en 1953 a través del envenenamiento masivo de la población por consumo de pescado y marisco contaminado con el mercurio procedente de los vertidos realizados por una fábrica próxima. Murieron decenas de personas y varios cientos enfermaron gravemente.
Por último, la cuantificación de la toxicidad se puede realizar indicando la concentración a partir de la cual se observa un determinado efecto en una cierta proporción de la población expuesta al ensayo.
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